lunes, 22 de octubre de 2012

Escúchate

Jugar con posibilidades es mi juego favorito, lo hago cada día y cuanto más ínfima sea esa posibilidad, más me entretiene.

Por norma general soy la típica persona que cuando sale de un sitio que requiere estar al tanto de lo que pase (léase casa, trabajo, cine o cita), coge los auriculares, enciende la música y se olvida del mundo. Me encanta la música, y lo que más me gusta de ella es que no deja de cambiar y por lo tanto es imposible cansarse de ella.
Pero ahora se me ha jodido la conexión de auricular en el móvil y por motivos económicamente obvios no puedo repararlo.

Se ha abierto otro mundo ante mí. Un mundo de conversaciones ajenas, de avisos de paradas, de respiraciones marcadas, de música de mis antaño semejantes compañeros...y lo mejor/peor de todo, de escuchar a mi propia mente.

Y mi propia mente es el típico vagón de metro lleno de gente un día de paros convocados por huelga. Es decir, hay un batiburrillo de voces y cada una hablando de una cosa distinta. Hablan de preocupaciones por el empleo, de si lo haces bien o mal en tu relación, de que deberías llamar a tu madre, de que hay que comprar maíz (esta cabrona es la que se calla cuando estás ya en el supermercado comprando), etc, etc, etc.

Entre todas esas voces, está la típica voz que en la realidad la relacionaría con ese típico loco que sale en las películas con una pancarta anunciando el fin del mundo, la ira de Dios o la invasión de los marcianos. Es como estar esperando en el dentista y de entre ese fajo de revistas de Hola, Qué me dices!, National Geographic, Mas allá, El País Semanal, Vogue y Dora la exploradora sacas "El Quisquilloso" y te pones a leer sobre torposoplos.

Pues bien, esa voz te habla de lo que sea: que si te pones en medio de la sala a gritar en alto podrías convertirte en un Super Saiyajin nivel 3 y crear un boquete en el suelo con tu aura de manera que la gente se iría y serías el próximo a atender. Que al salir del dentista las calles estarán vacías debido a una destrucción masiva que por motivos ajenos ha dejado el edificio de dentista intacto pero que se ha cebado con el resto de la población y que por un extraño motivo también ha dejado vivir a tu novia que se encuentra acosada por entes extraños a los cuales repartes justicia con una katana que encontraste por el camino...

En fin, a eso me refiero con infinitas posibilidades. Y a eso me dedico entre viaje y viaje. Por eso, si te cruzas conmigo, puede no te reconozca porque básicamente no estoy mirando hacia ningún lado sino hacia dentro, montándome la película de turno ;)

Dejando de lado las coñas de ficción, hay veces que esa voz habla de cosas en la realidad, y entonces es cuando entiendo por qué viajo con música por el mundo. Porque intenta meter la duda o dar la esperanza en cosas que quizás ya no tienen remedio o bajo mi punto de vista van genial. Es cierto que gracias a ella a veces consigo sorprenderme de poder hacer lo que sea, pero en otros momentos es un poco deprimente escucharla, sobretodo cuando te echa la culpa de algo que haya ido mal. Que tu le dices "¿Y para que está mi madre?" Y entonces la voz te contesta: "Ya listillo, pero de qué te vale si te has ido a vivir a 60km de ella y casi ni la llamas".

¡Maldita voz interior, siempre tiene réplica!


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